Con esta frase tan sugestiva espero se entienda que las traducciones llevan un proceso y que no se hacen en un momento. Más que un huevo frito, hacer una traducción en la jerga culinaria tan de moda últimamente, sería más bien cocinar un buen guiso. Todo guiso se deja reposar para que coja más sabor (_al menos, eso me enseñó mi abuela_) y precisamente esto es lo que los clientes no saben o no entienden bien.
Muy al contrario de esta premisa que puede ir ligada a múltiples refranes del tipo: “Las prisas no son buenas consejeras”, “Lo barato sale caro” los clientes nos piden las traducciones siempre, y digo bien SIEMPRE, para el día de antes y lo más barato posible. Cuando yo empecé a traducir, hace 18 años, el concepto de URGENCIA difería mucho del de ahora; las nuevas tecnologías han ayudado a que lleguemos antes a todo pero también nos han hecho vivir de manera más precipitada y desordenada. Estas tecnologías han empeorado la situación del traductor en el sentido de que las traducciones no juradas se envían por correo electrónico y llegan a su destinatario de manera casi instantánea. Hace 20 años se enviaban por correo postal o a lo sumo por módem primero y más tarde por fax. Lo malo es que los primeros faxes eran térmicos y en blanco y negro; por tanto, la tinta del papel desaparecía con el tiempo, así que siempre había que enviarlas por correo postal o incluso llevarlas en mano a su destinatario.
Muchos colegas traductores se sentirán muy identificados conmigo en lo que a las prisas se refiere. No hay cliente que no pida algo así, y además si es posible, barato. Hace años se cobraba por urgencia, hoy en día, todo lo contrario; la labor del traductor en España, además de traducir es ser educador de sus clientes, les ha de enseñar cuánto se puede traducir en un día y que no somos máquinas, que los textos han de reposar y llevar su tiempo de cocción X, dependiendo del tipo de texto. No todos los guisos ponen el mismo tiempo, también se puede cocinar con olla exprés o con Thermomix, pero también en la olla de toda la vida. En la traducción, sucede lo mismo, por ello, como buenos traductores antes de empezar a traducir hemos de informar a nuestro cliente, no sólo del precio sino también de lo importante que es la calidad del trabajo bien hecho y éste lleva su tiempo; ni más ni menos, su tiempo.
Deseo profundamente, que al menos mis clientes, entiendan muy bien esta reflexión y la interioricen en la medida de lo posible. Gracias a este espacio, que deja que me desahogue un poquito; ahora a seguir traduciendo que los minutos vuelan, con dolor de cuello por la tensión acumulada, los dedos engarrotados de tantas letras que tecleo al cabo del día y los ojos cansados que ya casi ni son capaces de abrirse. Sigo a las 12 de la noche traduciendo para todo aquel que me lo pida, pues al fin y al cabo, traducir es mi pasión, además de mi profesión.
¡Buenas noches!